Corazas

Hay un tratado universal sobre lo que acontece dentro,
poco se sabe de el, porque pocos nos dejamos tocar.

El corazón tiene su propio dialecto, se toca pero no se ve.
Es el único órgano capaz de sentir sin ser correspondido.
Y claro, luego pasa lo que pasa.

Llamamos abrazos al camino que nos conduce a el,
pero no sabemos cómo darlos, porque no son los brazos.

Sabemos rodear a las personas con ellos, y qué bien.
Pero no.

El tratado universal habla del corazón,
habla de tacto, habla de comunicar solo como él sabe, tocando.

Olvídate de los brazos, acerca tu coraza, vis a vis, una a otra.
Y ahora sí, usa los brazos y aprieta fuerte.

Así tú.
Así nosotros.

©Eloy Cánovas

Norte

He llegado a perder el norte intentando no perderlo.
Lo perdí por las anchas avenidas del sentido común.
Salió despavorido, cansado de estar bajo custodia.

Hasta que entendí que su hábitat natural es la libertad.
La libertad de ir al Sur por un impulso, o por amor.
Libertad de volver a casa en cualquier momento,
porque siempre encuentra el camino de vuelta.

Y es por estas cosas, que el Norte te enseña si le dejas.

Te enseña que en tu sano juicio,
puedes cometer una locura que te devuelva a la vida.

©Eloy Cánovas

Cansancio

Estoy cansado, cansado de tantos estereotipos,
de tantos estigmas, de tanta ideología de ultratumba.

Cansado de lo que ignora la heterosexualidad pero no calla.
Cansado de lo que calla la homosexualidad porque sabe.

De que el sueño de la mujer sea encontrar al hombre perfecto,
en lugar de sentirse perfecta con alguien que le ayude a serlo.

Cansado de hablar de cicatrices,
y no hacerlo con las caricias que también dejan marca.

Por cierto, traigo muchas ganas de verte.
Abre.

©Eloy Cánovas

Arrojar luz sobre lo que nos duele.

Ojalá arrojáramos un poco de luz sobre lo que no sentimos,
sobre aquello que también nos define, aunque nos duela.
Y no, no pasa nada porque amanezca sobre lo tibio.

He sido engullido por lo que no sentía, aparentando lo contrario.
Porque lo contrario no es sentir, aunque lo parezca, aunque apetezca.

No conozco nada más idealizado que lo nuestro con el amor,
nada más maltratado que un *te quiero* con la boca llena.
Lo soltamos así, a quemarropa, y sin sentir(lo).

Esto lo he aprendido ahogándome con uno que no sentía.
Cuando al decirlo, escuché el silencio de después.

Debía contártelo,
debías saberlo.
Porque ocurrió.

©Eloy Cánovas

No te creo

No creo a quien practica sexo por deporte, como si pudieras elegir con quién abrirte en canal, como si supieras quién trae hueso, espinas o mariposas.

No creo a quien folla sin besar, así, como si no quisiera saber nada, como si empujar y que te empujen no contara como eclosión. No, no te creo.

No creo en ese afán de demostrar lo que nadie cree, arrugar sábanas y hacer como si nada, cuando es todo. Te arrugas y te haces ruinas por dentro para no hacer ruido fuera, claro, te crees que nadie se da cuenta.

No creo a quien pide que no le pidan después, a quien entona un ultimátum obligándote a olvidar, así, como si nada hubiera pasado, como si el olvido estuviera adoctrinado.

No creo a quien se deshace del sudor que alguien dió por ti en el primer desagüe que encuentra, como si temiéras recordarlo. Demasiado tarde.

No creo a quien no sucumbe a un striptease cardiovascular, a quien despierta tras una noche de sudor y aliento porque se le hace tarde, a quien no espera al desayuno dejando las sábanas huérfanas.

Pero claro, tú y yo sabemos la verdad. Sabemos que te llamas soledad, que duermes con quien no sueñas, que finges nada cuando es todo. Que eres lo que piensas que eres, porque no te creo.

Créeme,
nada está tan cerca como cuando cierras los ojos.

©Eloy Cánovas

Felices fiestas, feliz tú.

Siempre he sido un poquito así, un poco antisistema, y un tanto soluble ante la superficialidad de estas fechas que tanto señalamos con la cartera.

Pero claro, estas cosas vienen de muy atrás. En casa, mamá masticaba libros a todas horas, no era una madre «al uso». Papá tuvo que marcharse pronto dejando un bonito recuerdo, como era él, memorable. Tener un hermano mayor, adelantado en su tiempo, deja huella. Antes de que muchos lo descubrieran, yo ya sabía que él era como un Vincent Freeman, pero claro, para mi era algo normal.

No soy ningún Grinch, solo he cometido tantos, tantos errores, como para aprender a volar aerodinámicamente entre tanto superfluo sin acabar estrellado. Y esto en casa nos lo tomábamos en serio, hacer lo que tienes que hacer aunque te equivocaras.

Miro alrededor, y veo cómo la gente se rebana los sesos y la cartera para conseguir la aceptación de los demás. Así, pensando en comprar la felicidad sin que pite en la barrera antes de salir, como si de verdad llenáramos el corazón de las personas con un cheque regalo. Nada más lejos.

Solo es la opinión de alguien con una colección de errores a las espaldas, y ya tengo enganchado un remolque atrás con más. Pero si me preguntas qué regalaría a un ser querido, siempre te responderé lo mismo:

Los planos de un proyecto sobre una vida juntos.

Felices fiestas.
Feliz tú.

©Eloy Cánovas

Di sí a todo lo que queda por sentir.

No digas ven, di ✔te espero.
No digas vete, di ✔me voy.
No digas te quiero, di ✔creo en ti.
No digas te odio, di ✔adiós.
No digas nunca, di ✔gracias.
No digas siempre, di ✔gracias. (Otra vez)
No digas hazlo, di ✔haznos.
No digas te necesito, di ✔me encantas.
No digas bésame, no, no digas nada. ✔

©Eloy Cánovas

(Fotografía de Iván Carbonell)

Tenía que decírtelo.

Hoy he empezado mal el día, así,
con las ganas tiradas por los suelos.
Ellas correteando por toda la casa,
entre mis pies, de aquí para allá.

Hasta que he tropezado con ellas,
y claro, he besado la lona.

Ahí tirado, me han pintado la cara,
se han comido mi desayuno,
me han revuelto el pasado,
y han acabado dejándome un recado.

«Lo que para ti es un problema,
es el sueño de otra persona.»

Tenía que decírtelo.

©Eloy Cánovas

Las miradas perdidas siempre parecen haber encontrado algo.

Una mirada perdida siempre sale a volar,
para acabar encontrando respuestas.

A los «perdóname» y los «te perdono»,
a los «deja de llorar» de después,
y a los abrazos que no llegaron, ni llegarán.

Para estrellarse en el anhelo,
de lo que fueron,
lo que pudo haber sido,
pero ya no.

*No subestimes a alguien con la mirada perdida,
está arreglando el mundo, su mundo, su vida.*

©Eloy Cánovas

¿Sabes?, hueles a desesperanza.

¿Sabes?, hueles a desesperanza.

Cuando ya no te desnuda sin quitarte la ropa, hueles.
Cuando duermes con quien no te sueña, hueles.
Cuando solo te dice que te quiere, hueles.
Cuando ya no besa lento sin arrugar las sábanas, hueles.
Cuando el cuarto oscuro de la casa eres tú, hueles.
Cuando la nostalgia es tu mejor analgésico, hueles
Cuando cierras los ojos y no se queda dentro, hueles.
Cuando huele a humo de otras brasas… Abre los ojos.

Esa intuición que no se equivoca, y que sabe que ha dejado de amar cuando ya no hay NADA que quiera decir.

©Eloy Cánovas