Para la contraportada

Qué fácil es que nos agote una parte de nosotros, curiosamente porque no la comparamos con nadie más. Ese egoísmo de pensar que sólo existe un dolor, y es el nuestro.

«Me agota esa parte de mi que no aprende» dices

Sin embargo, para la emoción hay un remedio eficaz; HABLAR. Nadie viene desde el futuro para prepararnos a nada, y menos mal. ¿Recuerdas la cantidad de malos entendidos y sobre entendidos a destiempo?. Sí, fuera de lugar, fuera de rango, donde ya no se puede hacer nada, ya que despachamos la emoción antes que todo lo demás. En ingeniería lo llamamos «pasado de carrera», sin retorno. Pero se puede hacer uno responsable y seguir, en todos los términos holísticos posibles.

«Una cosa. Si alguna vez ustedes tienen hijos y uno de ellos cuando tenga ocho años accidentalmente le prende fuego a la alfombra de la sala de estar, no sean tan duros con él». Si nos paramos a pensar, cuando Marty Mcfly viajó al futuro, sólo se preocupaba (además de volver al presente) de los demás, era la única manera de beneficiarse sobre sí mismo. ¿Recuerdas la foto sobre sus hermanos?, desaparecían si no hacía nada para remediarlo.

La psicóloga María Jesus Giménez dice algo curioso sobre esto, «Sonreímos a una cámara. Aprendimos a hacerlo. Todos lo hacemos. Eso no va a cambiar. Comparamos nuestro estado emocional con personas sonriendo a la cámara. Si estás mal, poco bueno saldrá de ahí. No olvides que sonreímos a la cámara, no a la vida que se esconde detrás».

Nuestra contraportada, la trastienda, esa presión social que se olvida de todo esto «para la foto». Pasaba por aquí para decirte que eres más que eso, que ya conocías de antes ese remedio eficaz que gestiona emociones. Recuerda su nombre, como quien invoca un hechizo; «¿podemos hablar?».

©Eloy Cánovas

Un exilio

Ese respeto, digamos extremo, sobre el espacio personal ajeno. Mentiría si dijera que esto no me ha traído malos entendidos. Pero lo más seguro (también) es que lo haga fatal, que por ahí no es.

A veces tengo la sensación de que el mundo está hecho para parejas, y yo en un exilio del que parece que no termino de conectar con nadie. Que por cierto, lugar del que cada vez me siento más cómodo. Llámalo costumbre, miedo o vete a saber. Y es una mierda, eso, también.

A veces, me asusta ver lo rápido que me aclimato a las circunstancias. Puede ser que sea porque cada vez ficho menos en círculos sociales donde no.

Lo más atractivo que una persona puede hacer por otra es respetarla. Recordaré siempre las palabras de papá, cuando decía «dice más de alguien por cómo se marcha, que por cómo llegó». Qué manera más sutil que tenía Eugenio de decir, «no seas un grano en el culo de nadie».

Quizá es un código ético que dice, vete a saber cuándo y dónde; ya te mueras de ganas, su paz va delante.

Puede ser mi self care, o mi conciencia tranquila. No sé. O simplemente es una manera de decir «te quiero», eso, también.

©Eloy Cánovas

La realidad de un juicio

¿A dónde van aquellas personas que cuando algo ocurre, piensan que todo va con ellos?. ¿Qué ocurre cuando el personaje se come a la persona y a la inversa?

Cuando descubres la realidad que tu juicio tapa, la misma con la que te das cuenta que en realidad no te perseguía nadie, con la que realmente no fuiste el tema de conversación de tantos encuentros. La misma historia que fotografías robadas montaron la escena del director, una película que sólo tú creaste.

A cuántas personas que nombramos en silencio, (porque nos da vergüenza) les creamos historias que ni ellos imaginarían nunca. Sin embargo, el orgullo te impide conocerlas de nuevo (o por primera vez). Rompemos contacto con las personas porque nos duelen (y está bien), sólo que luego esperamos que nos rescaten. Todo al revés.

Llenamos la carpeta de borradores sobre historias que queremos creer, sin contar con los antagonistas, especialmente si uno de ellos eres tú. ¿Sabes por qué?, porque tenemos el miedo de que nos digan «yo nunca estuve allí». Y que de esta manera, toda una producción con la que llevas tanto tiempo en la mesa, en realidad, es una utopía.

La prudencia tiene el juicio justo para respirar, es como el silencio, si se nombra, desaparece. Uno ocupa el lugar que le corresponde, cuando entiende todo esto.

©Eloy Cánovas