Mitos y Dragones
Yo una vez tuve un dragón, no vomitaba fuego, pero hablaba. Para un adolescente, todo es lo que parece imaginar, vaya que si. Una pequeña lagartija alada, posada en el cabecero de mi cama.
Hablamos de muchas cosas, sobre la posibilidad de gustar a todos, de ser un orgullo y un ejemplo para ellos.
–Esto será muy duro si no eres tú quien gustas -decía el dragón-. Lo vas a pasar bastante mal cubriendo lo que no eres.
Y claro, también hablamos sobre el amor ideal, la media mitad que tanto anhelamos. Sobre ese amor que trae todas las respuestas.
–No encontrarás puzzles donde encajar -contestó-, sino puzzles que montar. Y eso es amor, ayudar a otros a montar tu puzzle. Ve olvidándote de medias mitades, que para mitos ya estoy yo.
No me olvidé de preguntarle sobre mamá y papá, cómo hacer lo que ellos hicieron. Con esa entereza, con tanta paciencia, porque la tuvieron.
–Ahora ellos saben que la vida es una pulida colección de errores -decía-, que los mejores consejos para triunfar fueron antes errores sin madurar. Créeme, antes no lo sabían.
Te podría seguir contando cosas sobre dragones,
pero fui haciéndome mayor y no volvió aparecer.
Y ya sabes el porqué.
©Eloy Cánovas