Un día sin sonreír

Que no te engañen, ya está bien.
Un día sin sonreír no es un día perdido. Es solo un día en el que decidiste no hacerlo, las circunstancias decidieron que no, hoy no.

Y no pasa nada, porque si los buenos días no lo explican todo, quiero que sepas que los malos, tampoco.

Pregúntale a tus padres y abuelos si algún día perdieron el tiempo contigo porque no sonreían. Pregúntale si sobrabas a quien tuvo tu hombro de apoyo mientras estaba rompiéndose en pedazos.

Dime, dime si piensas que sobrabas cuando estuviste en el ocaso de su vida. Dime que no mereció la pena haberte despedido de quien ya no está.

Dime si de todo lo que amas hoy, tuvo algo que ver con aquel día en el que te devolvieron el corazón calcinado porque lo dejaste en manos que no conocías.

Ya basta, no se pierde un día que utilizas para recomponerte.

No puedes perder un día donde la decepción se encarga de aclararte el panorama, porque créeme, lo hace.

Cuando te ocurra, acuérdate de quienes están, de quienes estuvieron. Ellos no sonrieron todo el tiempo, y mira qué legado dejaron en ti.

No eres una causa perdida por no sonreír,
eres causa y efecto de quienes un día sí te vieron hacerlo.
Si hoy no sonríes, no, no pasa nada.

©Eloy Cánovas

[ Ilustración de ©TEBO ]

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